La comedia mexicana… la consolidación (segunda de tres partes)

Por Héctor Trejo S. columnista de Radiografía Informativa

El impulso que “Allá en el Rancho Grande” (1936) le dio a la comedia (ranchera) mexicana en materia de taquilla y prestigio, ciertamente fue muy determinante para que la producción burlesca nacional despegara y trajo consigo la prosperidad financiera que requería esa naciente industria, que por diversos factores destacaría en los siguientes años.

Cuatro años más tarde, la comedia mexicana tiene un giro interesante, inmiscuyendo un contexto urbano y “pueril”. Mario Moreno “Cantinflas” un cómico proveniente de las carpas donde ya había conseguido el reconocimiento popular –y que participara en cuatro filmes antes de este-, protagoniza “Ahí está el detalle” (1940), que por su gran calidad tanto narrativa como histriónica, le permite al actor obtener el favor del público cinéfilo, apoyado en un peculiar estilo en el que “el cine y el habla popular mezcla insolencia, azoro, felicidad ante el desconcierto ajeno (que interpreta justamente como rendición), gozo al percibir que su fragilidad verbal se convierte en las arenas movedizas de la conversación”[1].

El filme, dirigido por Juan Bustillo Oro, impulsó a Cantinflas hasta posicionarlo entre las figuras del cine mexicano más destacadas del momento. El filme narra una historia en donde se fragua una confusión entre el perro “Bobby” y un gángster que se llama igual, la cual origina una serie de enredos entre un celoso marido, su esposa, una trabajadora doméstica, una esposa abandonada con ocho hijos y el gran Cantinflas.

Es justo comentar que “la comicidad de ‘Ahí está el detalle’ radica en la insolencia de Cantinflas, en su estar en el mundo contra y desde el lenguaje, en su capacidad de tuteo psicológico con quien sea”[2], sin dejar de lado su peculiar estilo para vestir, caminar e interactuar.

Los éxitos cada vez más taquillero y trascendentes, llevaron a la comedia mexicana por un rumbo heterogéneo, retratando historias también de inmigrantes. En este contexto aparece “El baisano Jalil” (1942), filme magistralmente dirigido y también protagonizado por Joaquín Pardavé Arce, un virtuoso de las artes, pues además del cine, fue un compositor musical y en ocasiones, cantante.

El filme considerado como una de las 100 mejores películas del cine mexicano, nos narra la vida de Jalil Farad (Joaquín Pardavé), su esposa Suan (Sara García) y su hijo Selim (Emilio Tuero). Una familia de migrantes libaneses que se dedican al comercio en la Lagunilla y cuyas costumbres chocan con el entorno mexicano en el que conviven, que primordialmente son los aburguesados en quiebra.

El largometraje se filmó en poco menos de un mes en junio de 1942, lo que demostraba el gran compromiso de Pardavé con el séptimo arte. La cinta tuvo su premier en el cine Palacio de la Ciudad de México, donde duró dos semanas en cartelera, para luego comenzar un recorrido por los llamados cines de barrio.

La cinta contó con un gran cartel, desde la parte técnica hasta la histriónica. El asistente de director fue Roberto Gavaldón, la música corrió a cargo de Mario Ruiz Armengol, tremendamente socorrido en aquella época. Por si esto fuera poco, la gran Mimí Derba (primera mujer en dirigir una cinta en nuestro país) interpreta a Carmen.

Otra figura indudable de la comedia mexicana de la Época de Oro fue Pedro Infante Cruz, a quien el cineasta Ismael Rodríguez le diera el impulso que necesitaba para convertirse en la gran estrella que fue. Curiosamente, el inicio de Pedro en el cine fue en la cinta “La feria de la flores” (1942), asumiendo un personaje bastante serio.

Para Pedro Infante la transformación-evolución histriónica, de un personaje serio a uno cómico resultó en apariencia muy natural, pues el sentido del humor que lo caracterizaba en la vida cotidiana, le permitía fluir en el mundo del séptimo arte. Así fue como llegó la oportunidad de estelarizar el filme “Los tres García” (1946), comedia que permitió a su director, Ismael Rodríguez, mostrar las diferencias –con claros tientes de discriminación- entre los personajes de la gran ciudad y los del campo, marcando los roles de unos y otros.

El filme nos narra cómo tres primos se enamoran de la misma chica, la hija de un turista estadounidense, cuya historia tienen que ver con la abuela de los muchachos en disputa. Una anciana dicharachera y totalmente machista, matriarca de la familia, que le pone el aderezo a la historia.

En “Los tres García” se encuentra el vigor y la gracia, la naturalidad que el cine mexicano no volverá a tener (…) en esta cinta Ismael Rodríguez hace tres tipos psicológicos de cada uno de los García”[3]. Por un lado aparece el acaudalada, muy catrín y avaro, llamado Luis Manuel (Víctor Manuel Mendoza), otro es soberbio, tremendamente orgulloso y conformista, se llama José Luis (Abel Salazar); finalmente está el más galante, mujeriego, parrandero, jugador y sentimental de los tres, Luis Antonio (Pedro Infante).

A partir de este filme, Pedro Infante e Ismael Rodríguez se volverían los reyes Midas de la Época de Oro, pues todo lo que realizaron se volvió tremendamente taquillero y su relación prácticamente indisociable para los seguidores del actor y cantante, quienes aún hoy en día les recuerdan como dúo creativo en los homenajes luctuosos de Infante los 15 de abril de cada año.

“Calabacitas tiernas” (1948) y “El rey del barrio” (1949), ambas protagonizadas por el gran Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés de Castillo, mejor conocido como Tin Tan y dirigidas por Gilberto Martínez Solares, no pueden faltar en el recuento de la comedia mexicana, sobre todo por el exhaustivo retrato de la cultura popular y los valores sociales que presentan, valiéndose de ello para propiciar la hilaridad de los espectadores.

La mancuerna artística integrada por Martínez Solares y Tin Tan, se volvió garantía de calidad en la comedia nacional, catapultándose mutuamente en la industria cinematográfica, a tal grado que al cómico se le ha llegado a considerar –aún en nuestros días- como el mejor actor de comedia mexicano, por encima de Cantinflas.

Tin Tan nos permite en sus películas –y el resto de su trabajo en radio, carpas y televisón- identificar “el juego indispensable: castellanizar la americanización, declarar que nada nos es ajeno si sabemos asimilarlo, añadir vocablos por el método de sustraer y modificar expresiones anglas (…) exponente notable de las metamorfosis fronterizas, incesantes en todo lo concerniente a la tecnología e incluso a la vida popular”[4].

El personaje de Tin Tan le aportó al cine cómico mexicano una frescura excepcional, desde su presencia radiante, su vestimenta sui generis y lenguaje amplio y enriquecido, hasta la interacción con personajes de diversa índole que comenzaron con su carnal Marcelo (Chávez), Tun Tun (René Ruiz Martínez) y hasta la propia Fanny Kauffmann, mejor conocida como Vitola.

Es cierto que en este recuento hacen falta muchos cómicos como Manolín y Shilinsky, Adalberto Martínez “Resortes”, Fernando Soto “Mantequilla”, Antonio Espino “Clavillazo” y hasta el propio Gaspar Henaine “Capulina”, así como muchas películas, pero el recuento no ha concluido.

El lenguaje y su riqueza en el doble sentido extravagante como en el caso de Cantinflas, con regionalismos campiranos como en el caso de Pedro Infante y Sara García y la importación de términos extranjeros aplicados al castellano como lo hace “Tin Tan”-satanizado por personalidades de la talla de José Vasconcelos y defendido por José Revueltas-, fueron factores determinantes para la diversión del público cinéfilo.

[1] Cortés, L. (1998). La lengua española y los medios de comunicación, Vol. 2. México: Siglo XXI Editores.

[2] Monsiváis, C. (2011). Los ídolos a nado: Una antología global. México: Educal

[3] Infante, J. (2015). Pedro Infante: el ídolo inmortal. México: Editorial Océano Exprés.

[4] Cortés, L. (1998). La lengua española y los medios demunicación, Vol. 2. México: Siglo XXI Editores.

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