Por Héctor Trejo S. columnista de Radiografía Informativa.
No queda más que quitarse el sombrero, cuando se observa el resultado de la evolución… “Mundo Jurásico” (Jurassic World), dirigida por Colin Trevorrow y producida por el genio de Steven Spielberg, es la muestra de que no todas las segundas partes son malas, menos aún esta tercera entrega, que justo es comentarlo, me dejó sumamente sorprendido por el nivel de detalle en la estética visual del filme.
Con un argumento envuelto en medio de una moral religiosa un tanto oculta en la dinámica visual, el filme se detiene en la reflexión sobre el uso de la genética, ahora evidenciando las consecuencias de manera más contundente que en las anteriores entregas, pues precisamente, en un laboratorio se crea un dinosaurio híbrido, que terminará por destrozar todo cuanto ha sido construido por el ser humano en su territorio, incluyendo la felicidad y tranquilidad, del safari prehistórico.
En términos generales, el filme retoma las características de las anteriores entregas, cuando los dinosaurios eran una novedad, pero no habían podido ser perfectamente ubicados para permitir que la gente visitara al maravilloso parque sin ningún riesgo.
Aparentemente, en esta ocasión el parque ya ha sido arreglado de tal manera que es seguro para todos los visitantes, sin embargo, el digesto evolutivo que los científicos crearon en un laboratorio, enormemente agresivo y por ende absolutamente peligroso, les causa un tremendo revés, al liberarse de su cautiverio y propiciar una catástrofe, no solo entre los propios dinosaurios, sino más en específico entre los visitantes humanos.
El filme es en estricto sentido un legado de planos inverosímiles, aunque no por ello poco interesante, en realidad esa presunta incoherencia mostrada en pantalla (por aquello de la atemporalidad de los dinosaurios) es en sí misma, la gran atracción del largometraje, que sí, resulta bastante atractivo.
Un filme que le aseguro, no le permitirá ni un momento de sosiego visual, pues tiene un montaje tan dinámico, que nos llena la pupila de imágenes atractivas, nos satura, en el buen sentido de la frase, del estilo spilelbariano de hacer cine, aunque él solo sea el producto (pequeño cargo).
La película es pues, bastante recomendable, sobre todo para los fanáticos de la saga, que van a encontrar algunas pequeñas inconsistencias en el argumento de esta última entrega, pero que de igual forma la van a disfrutar.
Solo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico [email protected]