Por Héctor Trejo S. columnista de Radiografía Informativa.
No cabe duda que cada sociedad tiene arraigado un concepto distinto de la cultura, peor aún, cuando se trata de la cultura popular y hablamos de la muerte. Ese estado filosófico posterior a la vida o esa representación simbólica materializada con un esqueleto con capuchón negro y una guadaña en la mano o, acaso la imagen que algunos veneran y que comúnmente vemos por las calles de la Ciudad de México los días 28 de cada mes…
La muerte ha tenido varias acepciones y por ende ha sido representada de distintas maneras en cada sociedad, en cada tiempo, en cada civilización y como tal, la nuestra, la mexicana, tiene sus características sui géneris, captadas por el cine nacional de una manera peculiar, como a continuación nos podremos percatar.
LA MUERTE EN LA CULTURA POPULAR MEXICANA
Si nos remontamos a la historia precolombina mexicana, encontraremos que la muerte jugaba un papel importante, era quien administraba el inframundo, es decir, una figura cosmogónica relevante en su momento.
La llegada de los españoles y posterior Conquista de México, trajeron consigo una nueva manera de pensar, nuevas ideas y formas de asumir la realidad que vivían.
En la época colonial, la muerte seguía siendo un estado transitorio, sin embargo, tenía un carácter más lúgubre, menos festivo que años atrás.
El sincretismo religioso, resultado de la mezcla de las razas consiguió brindarle a la muerte ese tono alegórico del que hoy podemos echar mano para reírnos y disfrutar de un festejo nacional, asumido de diferentes maneras.
Actualmente se ha mezclado el festejo sincrético con las tradiciones importadas de los Estados Unidos, retomadas por ellos de otros lugares, lo cual ha desvirtuado o nutrido –según la perspectiva de la que se vea- el festejo del 2 de noviembre.
LA MUERTE Y EL CINE MEXICANO DE FICCIÓN
El cine tiene muchos ejemplos de cómo la Muerte puede ser captada por la lente, sin embargo, uno emblemático, viene a mi mente desde el momento de iniciar este texto.
Me refiero a la cinta “El séptimo sello”, dirigida por Ingmar Bergman, en particular, las secuencias en las que un caballero cruzado de la Europa medieval, interpretado por Max von Sydow, juega una partida de ajedrez con la Muerte: un personaje delgado, alto, de aspecto pálido y vestido de negro.
“Pese a no plantear un film vocacionalmente histórico, Bergman retrata como nadie la desolación de un ambiente medieval azotado por la peste”[1]. Una manera cordial de ver un asunto tan frío y contundente como la muerte.
En México, la película más representativa que retrata la muerte de una manera muy peculiar es “Macario” (1960), dirigida por Roberto Gavaldón y protagonizada magistralmente por Ignacio López Tarso. En este filme se muestra fielmente la relación que existe entre el mexicano y La Huesuda.
Basada en la gran novela de Bruno Traven, Roberto Gavaldón dirige y escribe junto a Emilio Carballido una historia en donde un campesino que vive hundido en la miseria, comiendo apenas para sobrevivir, decide no probar bocado hasta no recibir un guajolote para él solo.
Su esposa, en un arranque de coraje, roba un pavo para ofrecerlo a Macario, quien lo acepta gustoso, aunque trata de ocultarse de sus hijos y del resto de la gente para poder paladearlo sin interrupciones, sin embargo, al internarse al bosque encuentra a personajes que le piden un poco de su alimento.
La convivencia de Macario con la Muerte, su diálogo e interacción, ponen este filme en la cima de las películas que miran con ojos sensibles a La Huesuda, haciéndola más cercana a lo que nuestros antepasados nos han inculcado, convirtiéndola en un vehículo de transición de un mundo a otro, de una realidad a otra y de un estado físico a uno espiritual.
A pesar de que “Macario” tiene una gran luminosidad, una fotografía avasalladora y es un reflejo de los conceptos cosmogónicos de algunas regiones de nuestro país que consideran a la muerte como un culto muy peculiar, los críticos de la época acabaron con el filme cuando fue presentada públicamente, pues lo consideraron un digesto comercial de las tradiciones populares mexicanas, relacionadas con la muerte.
Una secuencia grandiosa retrata la esencia del filme, aunque fue la que detonó los comentarios negativos de la crítica: En una caverna llena de velas –cada una representando un alma viva– permite el recorrido de Macario en transición del mundo al inframundo.
Cabe mencionar que “Macario” fue la primera cinta mexicana nominada al Oscar por Mejor Película Extranjera. Para ubicarnos un poco más, el 8 de junio de 1960, el diario Novedades describía en su publicidad:
“Fantasía y grandiosidad en la aventura que vive Macario como milagroso curandero de Tasco; y dramático realismo en sus andanzas de famélico leñador. Aspectos que hacen de la película Macario un bello claro-oscuro, sublimizado por la fotografía de Gabriel Figueroa y por la dirección de Roberto Gavaldón. Como en la producción de este filme todo se planeó con el afán de hacer cine de categoría, los papeles estelares fueron encomendados a dos auténticos artistas: Ignacio López Tarso y Pina Pellicer”[2].
Otro filme nacional que aborda el tema de la muerte, aunque este desde una perspectiva mucho más delimitada, enfocándose al tema de la religión es “La Santa Muerte”, filme dirigido por el cineasta cristiano Paco del Toro en 2007 y que fuera protagonizado por la finada Karla Álvarez y Harry Geithner.
Tomando como parámetro las necesidades evangelizadoras y la normatividad espiritual establecida por la comunidad cristiana de nuestro país, este Del Toro – no confundir de ninguna manera con Guillermo- propicia un diálogo con el público espectador, usando como marco referencial sus creencias y necesidades, como hace algunos años lo afirmé en el periódico Pulso de San Luis Potosí, en mi columna Cinematógrafo 04.
“La Santa Muerte”, (es) una cinta que raya en lo despiadado, con secuencias que se aproximan el cine mexicano de terror por la sangre injustificada en la mayoría de sus secuencias. El argumento (…) habla del culto enemigo del ser humano, poniendo a la ‘huesuda’ como un elemento sobrenatural, capaz de cobrar todos los favores concedidos a sus seguidores, en pocas palabras como un ente maligno”[3].
El filme nos muestra una manera muy diferente de ver a la muerte, tomando como consideración a las otras películas que mencioné con anterioridad, sin embargo, sigue siendo parte de las formas en que el mexicano observa a la muerte.
“La leyenda de la Nahuala” (2007) dirigida por Ricardo Arnaiz y “La Leyenda de la Llorona” (2011) por Alberto Rodríguez, ambas de la casa productora Ánima Estudios, nos hablan de dos mitos muy mexicanos en los que se ve materializada la muerte: la nahuala y la llorona.
Ambos filmes son animaciones y por su discurso audiovisual están perfectamente encaminadas al público infantil.
La primera consiguió el Ariel a Mejor Película Animada en 2008, premio que entrega la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. “Se sitúa a principios del siglo XIX en la ciudad de Puebla de los Ángeles y es una película de miedo para niños que rescata las tradiciones y costumbres de dicha ciudad”[4].
La segunda, es el retrato infantil de un personaje muerto, que está en este mundo para llevarse a los niños al inframundo y con ellos suplir a sus hijos perdidos en vida.
“El Libro de la vida” (2014) es otro filme para niños en el que se ve a la muerte como una rectora del mundo de los espíritus, tomando muy en consideración a la tradición mexicana del Día de Muertos, elemento cultural que aparece de manera reiterada en el cine mexicano, aunque poco nos refieren al concepto de la muerte como en las cintas que hemos mencionado.
Esta cinta fue dirigida por Jorge R. Rodríguez y producida por Guillermo del Toro, cuyo nombre original es ‘The Book of Life’, pues fue creada expresamente para dar a conocer esta tradición en la Unión Americana.
La película narra el viaje de Manolo un joven torero que se debate entre cumplir con las expectativas de su familia o seguir su corazón y dedicarse a su verdadera pasión que es la música. Antes de escoger el camino que seguirá, emprende una aventura recorriendo tres mundos fantásticos, donde tendrá que superar sus peores miedos para poder volver a vivir.
LA MUERTE Y EL CINE DOCUMENTAL MEXICANO
No solo existe material cinematográfico que hable de la muerte desde el género de la ficción, también hay quienes han trabajado el tema desde la perspectiva del documental, he aquí el ejemplo que considero más destacado, por la forma en que se aborda el tema de la muerte.
La cinta se llama “La Parka” (2014), es un cortometraje documental dirigido por un nicaragüense Gabriel Sierra, pero que ha sido realizado en México como parte de un trabajo escolar que tuvo su origen en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).
El filme ha conseguido diversos premios internacionales por su visión sui generis de la muerte, utilizando a Efraín, un matancero (encargado de matar a las vacas en un rastro) a quien apodan La Parka, para obtener el testimonio de un personaje que se vuelve la muerte misma para los animales.
Un dato peculiar es que este corto participó en la edición número 87 de los premios Oscar de la Academia estadounidense, participando por México en busca de la preciada estatuilla.
Una óptica muy diferente a las anteriores para entender el tema de la muerte, sin entrar en detalles religiosos, más bien atendiendo a momentos urbanos que transforman la percepción del imaginario colectivo.
Un tema complejo y lleno de aristas el de la muerte en el cine mexicano, que seguramente seguirá dando de qué hablar.
[1] Alberich, E. (2009). Películas clave del cine histórico. Barcelona, España: Ediciones Robinbook.
[2] Pellicer, A. (2006). Pina Pellicer: luz de tristeza (1934-1964). México: UANL-UNAM-Conaculta.
[3] Trejo, H. (2007, septiembre 7). La Santa Muerte, evangelizadora y cruda, pero sin una pizca de arte. Pulso San Luis, Sección Cinco p.3.
[4] Rodríguez, M. (2007). Animación: unas perspectiva desde México. México: UNAM, Centro de Estudios Cinematográficos.