Por Héctor Trejo S. columnista de Radiografía Informativa
“Allá en el rancho grande” (1936), cinta dirigida por Fernando de Fuentes, es quizá una de las primeras producciones musicales que gozaron del favor del público, reflejado en la taquilla y que le permitió trascender a personajes de la talla de Tito Guízar y Lorenzo Barcelata, quienes protagonizan también, uno de los primeros enfrentamientos musicales con las llamadas “Coplas de huapango”, cantando dentro de una cantina el jocoso:
“Soy Charro de Rancho Grande, y hasta el amor bebo en jarro
Y hasta el amor bebo en jarro, soy charro de Rancho Grande
Y no hay potranca matrera que me tire si me agarro
Y me hago mis chaparreras, con pellejos de un chaparro”.[1]
Pero actualmente, ni Guízar ni Barcelata son recordados por esa fabulosa secuencia musical, más bien Pedro Infante y Jorge Negrete son quienes se mantienen en el recuerdo y gusto del público por sus coplas interpretadas en “Dos tipos de cuidado” (1952), filme que dirigiera magistralmente Ismael Rodríguez. Su rivalidad familiar se ve reflejada en las siguientes líneas musicales.
Pedro Infante:
La gente dice sincera cada que se hace un casorio
Que el novio que entre la quiera si no que le hagan velorio.
Para esta novia no hay pena puede ser un buen marido
Por qué Bueno es cosa buena por lo menos de apellido.
Jorge Bueno es muy bueno hijo de Bueno también
y su abuelo hay que bueno que se llamara como él.
Jorge Negrete:
Procuraré ser tan bueno como dice mi apellido
Que se trague su veneno el que velorio ha pedido.
Pedro es Malo de apellido retachar es su cuarteta
El nomás es presumido porque no es Malo…es maleta…
Pedro Malo es muy malo, malo por obligación,
y su abuelo…uy que malo hay que comprarle su león.
Una secuencia que gracias a las múltiples repeticiones en televisión de las películas del gran Pedro Infante, se mantiene presente en la memoria de la gente.
Pero hablemos un poco más del que, sin lugar a dudas, ha sido el mayor de los cantantes-actores que ha dado el cine mexicano en su historia, por su alcance y popularidad, por el número de discos, la cantidad de películas, su presencia en todos los medios de comunicación de su época y las trascendencia a través del tiempo… me refiero a Pedro Infante Cruz, el nativo de Guamúchil, Sinaloa que forjara una de las carreras más impresionantes en la industria, tanto discográfica como cinematográfica mexicana.
El sinaloense, recibió su primera oportunidad con un papel secundario en 1943, en la cinta “La feria de las flores”, dirigida por José Benavides, “su voz menor que la de su antecesor (Jorge Negrete), se vio ayudada por la emergencia del bolero, que él convirtiera en ranchero (…) significaba un buen punto de ajuste para su estilo y para la presencia de su figura, que pronto descubrirían que albergaba a un gran actor”[2].
En este simple ejercicio de análisis, es perfectamente perceptible la idea de que su antecesor, Jorge Negrete, dejó en Pedro el favor del público, ya que la historia de su vida, su ascenso y fraternidad, en resumen su cercanía con la gente, le permitió convertirse en la nueva figura del cine y la música popular mexicana.
Pero ¿cómo se pudo consolidar esa voz, que sin lugar a dudas aportó valor agregado al gran actor que resultaría?
En su natal estado de Sinaloa, Pedro tuvo varias experiencias como vocalista de diversas orquestas, al grado de presentarse en la radiodifusora local XEBL y, precisamente, eso se dio gracias a la tremenda influencia generada por su padre, Don Delfino Infante García, quien se dedicaba a impartir clases de música en la educación básica.
Luego de las buenas experiencias como cantante, decidió viajar a la Ciudad de México para detonar su carrera en el mundo de la música, pero por obra del destino, tuvo la fortuna de intercalar su voz con el mundo de la actuación, impulsado también por su primera esposa, María Luisa León, con quien llegó a la capital del país.
Su carrera en la música comenzó a crecer y para 1938 ya se había convertido en un intérprete importante, que engalanaba la programación de estaciones como la XEB o las marquesinas de lugares populares en aquella época como el teatro Colonial o el centro nocturno Waikikí. Su primera grabación musical, El Soldado Raso fue realizada hasta 1943, en Discos Peerless.
Uno de los más grandes recuerdos, o quizá de los más populares de su música, es una secuencia que aparece en la cinta “A toda máquina”, donde al tono de silbidos interpreta:
Que te ha dado esa mujer,
Que te tiene tan engreido, querido amigo,
Querido amigo,
Yo no sé lo que te ha dado.
Cada que la veo venir
Se agacha y se va de lado, querido amigo
Querido amigo,
Ese amor no puede ser.
Esta melodía, “Qué te ha dado esa mujer”, compuesta por el tapatío, Gilberto Parra Paz, resultó uno de los éxitos avasalladores de la carrera musical de Pedro Infante, que tuvo tantas notas destacadas, que mencionar solo uno, podría quedar muy corto.
En la cinta “Nosotros los pobres” de 1947, dirigida por Ismael Rodríguez, son la dupla integrada por Pedro de Urdimalas y Manuel Esperón, quienes componen la banda sonora, de donde destacó “Amorcito Corazón”, canción que era solicitada a Pedro Infante en todas sus presentaciones y que se convirtió en un ícono de la música de la llamada Época de Oro del cine mexicano.
Amorcito corazón,
Yo tengo tentación de un beso,
Que se pierda en el calor,
De nuestro gran amor, mi amor;
Yo quiero ser, un solo ser,
Y estar contigo,
Te quiero ver, en el querer
Para soñar.
En la dulce sensación,
De un beso mordelón quisiera,
Amorcito corazón,
Decirte mi pasión por ti.
Otro momento algo que mezcla la carrera musical y cinematográfica de Pedro, tiene que ver con la interpretación de tres personajes en la cinta “Los tres huastecos” (Juan de Dios Andrade, Lorenzo Andrade y Víctor Andrade), dirigida también por Ismael Rodríguez.
En ese filme, la música y los arreglo corrieron a cargo de Raúl lavista y Nacho García; canciones huastecas de los Cuates Castilla con letras de Pedro de Urdimalas (Jesús Camacho); otras canciones: Ventura Romero (“La burrita”) y Francisco Gabilondo Soler “Cri Cri” (“Conejo Blas”).
La cinta fue una oportunidad para que Pedro Infante llegara con su música a un nuevo sector, el infantil, pero también le permitió mostrar sus grandes dotes guapangueros.
Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico [email protected]
[1] Frenk, M. (1977). Coplas del amor desdichado y Otras coplas de amor. México: Textos. El Colegio de México. 510 pp.
[2] Saint-Dizier, F. (2000). Cinema Ameriq Latine 2000; cinéma et musique. Número 8. Francia: Université de Toulouse.