Foto: Karla Ortega
Por Armando Bonilla, Agencia Informativa Conacyt
Ciudad de México.- La tecnología de última generación en investigación subacuática ha permitido la identificación de espacios de gran valía cultural bajo el agua en nuestro país. Tal es el caso de Sac Actun, la cueva inundada más grande del mundo, que forma parte del llamado Gran Acuífero Maya, proyecto de investigación orientado a realizar un mapeo subterráneo de Chichén Itzá —patrimonio cultural de la humanidad desde 1988.
El pasado 10 de enero, luego de 10 meses de exploración, el equipo de expedición encabezado por Robert Schmittner, responsable de exploración subacuática, logró conectar dos de los sistemas de cuevas subacuáticas más grandes del mundo, es decir, Sac Actun (263 kilómetros) y Dos Ojos en Tulum (83 kilómetros).
Con dicho hallazgo, Sac Actun, por ser la cueva inundada de mayor tamaño, absorbió a Dos Ojos, la cual dejará de existir para formar parte de Sac Actun, cuya extensión de 347 kilómetros la pone en la cima del conteo de las cavernas inundadas más extensas del planeta.
En entrevista exclusiva para la Agencia Informativa Conacyt, Guillermo de Anda Alanís, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y director del proyecto Gran Acuífero Maya, explicó que la conexión de ambos sistemas (Sac Actun y Dos Ojos) derivó de muchos años de exploración subacuática que implicó tanto recorridos subacuáticos como expediciones en tierra.
“En esta zona, hace poco más de 30 años comenzaron las exploraciones de sus grandes sistemas de cuevas —tuve la suerte de presenciarlo—, en un principio se pensaba que habría cerca de 100 cenotes en todas las cuevas y que la distancia sería de 500, tal vez 600 metros en algunos de estos sistemas (…) Pero poco a poco se documentó que se trataba de sistemas mucho más extensos y complejos; incluso ahora sabemos que son de las cuevas más laberínticas del mundo”, precisó el investigador.
De manera simultánea al proceso de descubrimiento y documentación de los sistemas de cuevas inundadas de la región, los investigadores participantes en el proyecto identificaron también su gran riqueza cultural gracias a la cantidad de vestigios arqueológicos que en ellas se encontraron.
Uno de los primeros y más importantes tuvo lugar en 1985, cuando descubrieron —dentro de una de las cuevas del sistema Aktun Ha— una hoguera prehistórica con carbón, porque permitió entender la presencia de hombres tempranos cuando las cuevas estaban secas, hace 10 o 12 mil años.
Un proceso manual
Guillermo de Anda Alanís, que también forma parte del equipo de exploradores de National Geographic, explicó que aun cuando cuentan con tecnología de punta para llevar a cabo sus tareas de investigación, el mapeo fino de las cuevas es un proceso que se realiza a mano.
“La dinámica básicamente consiste en sumergirnos en la cueva e ir tendiendo una línea a lo largo de nuestro recorrido; esa línea está anudada y, de regreso, desde el punto más lejano de penetración que hayamos alcanzado, contamos los nudos para medir qué tanto entramos”.
Pero no solo cuentan los nudos de esa línea, sino que van midiendo los cambios en los ángulos de la línea con una brújula, datos que sirven como base para marcar un primer croquis de la cueva. Luego de realizar un primer dibujo, lo perfeccionan con base en sistemas de computación para crear los mapas.
Para retomar los recorridos, una vez que se ha llegado a distancias muy largas, es necesario realizar recorridos a pie por la selva para buscar accesos cercanos al punto donde se detuvo la inserción; una vez que los encuentran, son utilizados por los investigadores para retomar el mapeo desde ese punto, ya que muchas veces el gas respirable que utilizan -aire comprimido o aire enriquecido con oxígeno y helio- no alcanza para distancias tan largas aun cuando lleven reservas.
Tecnología de vanguardia para conocer el pasado
No obstante al trabajo manual para caracterizar el Gran Acuífero Maya, también se hace uso de tecnología de punta a la cual el proyecto tiene acceso gracias al acuerdo de colaboración que tienen con National Geographic, y entre ella se encuentra un software de modelación desarrollado por Corey Jaskolski, asesor de innovación tecnológica, exclusivamente para este proyecto.
El investigador explicó que el software desarrollado por Jaskolski se utiliza para realizar barrido fino en zonas muy específicas de la cueva, como aquellas que son muy extensas. Dicha tecnología trabaja con base en la toma de fotografías, para lo cual el equipo de investigación cuenta con cámaras de muy alta calidad —calibradas de manera especial para que sean compatibles con el software— y durante los recorridos toman grandes números de fotografías, tratando de abarcar todos los ángulos de las rutas, para que esas imágenes posteriormente sean procesadas en el programa.
En el software, gracias al algoritmo que fue desarrollado, las fotografías se perfeccionan y crea modelos en tercera dimensión. “Dichos modelos son reproducibles físicamente y lo estamos haciendo de ese modo, precisamente con miras a crear un modelo a escala del Gran Acuífero Maya, pero también de algunos de los vestigios arqueológicos más importantes que en él se encuentran”.
El sonido al servicio de la obtención de imágenes
De igual forma, durante este proyecto se ha utilizado un sonar de barrido lateral instalado en un kayak; este equipo se utiliza para mapear cenotes donde las condiciones propias del ambiente impiden la visibilidad. “En el Gran Cenote de Chichén Itzá utilizamos esta tecnología, donde el kayak dio vueltas de manera constante alrededor del cenote y al mismo tiempo el sonar de barrido lateral capturaba imágenes”; la herramienta ha contribuido a la identificación de dos importantes cavernas al interior de dos cenotes: El Sagrado y El Xtoloc.
El sonar también ha sido modificado tecnológicamente para que sea capaz de detectar una serie de anomalías en las cavernas, donde se sabe que existe interferencia (ramas y otros elementos naturales que han caído al agua) para que sea capaz de identificar estas y no confunda algunas cosas con otras.
En busca de agua subterránea
Otra herramienta de la que se echa mano son radares de penetración que, aun cuando no pueden sumergirse en el agua, sirven para detectarla debajo de la tierra, lo que los hace útiles durante los recorridos a pie en busca de puntos de acceso a los acuíferos para retomar recorridos de caracterización previos.
Las antenas de estos radares de penetración han tenido incluso que sufrir adecuaciones que les permitan operar de manera óptima en las condiciones de la región que exploran, en este caso la selva.
Escáner de tercera dimensión
El último gran elemento tecnológico que se ha utilizado son escáneres de tercera dimensión que realizan barridos de 360 grados y que han permitido, a través de un programa piloto en la cueva de Balankanché en Chichén Itzá —cuyo trabajo está a punto de concluir—, obtener un modelo muy nítido de la cueva en tercera dimensión.
Contacto: Guillermo de Anda Alanís
www.granacuiferomaya.com