Por Any Verdeja
¿Y para qué ha de servir un barandal sino para apoyarse? Para no caerse, para subir o bajar seguros, tomados de la guía que nos llevará a un destino que a veces no se conoce.
Para quienes padecemos la terrible enfermedad de decir lo que pensamos, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, escribir es algo así como un barandal; una especie de apoyo del que nos asimos, un poco para no caer, un poco para caminar más firmes y un poco para soltarnos de vez en cuando sólo para ver qué pasa.
Quienes escribimos lo que pensamos, queremos provocar, para reafirmar en un único intento, que no estamos tan solos, que no estamos tan enojados y que no estamos tan locos; es también un acto egoísta, burlón y poco lúdico; a veces hay pretensiones pero muchas veces no, no las hay; aunque escribir no es ni remotamente un acto humilde.
El barandal es la pluma, el teclado, el lápiz, la hoja, la servilleta; es la idea, la palabra, la letra; lo cotidiano que deja de serlo para mí cuando lo observo, lo narro, lo escribo. Quienes escribimos podemos estar por mucho tiempo recargados en la barandilla, observando y dejando pasar, pero eventualmente ésta se convertirá en letras, eso es seguro; y buscaremos un espacio para ascender, descender o asomarnos tomados de ese barandal que se llama periodismo, reporteo, narrativa, escritura o como sea que lo llames.
A partir de hoy, tomo este afortunado espacio como mi barandal, desde donde podré ver por encima del pasamanos o por debajo de él. Gracias a quienes a partir de hoy y cada miércoles se acerquen a leer esta columna semanal y también gracias a quienes no lo hagan, a estas alturas y tomada de la baranda, qué más da brincarla incluso.
Leonora, aquí y allá
Impresionante y onírica la exposición escultórica que se exhibe en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario en el municipio de Texcoco. Como un portal abierto al surrealismo, por cierto de entrada libre, la exposición consta de 20 esculturas de mediano y gran formato realizadas por esta maravillosa artista inglesa Leonora Carrington.
Como en un paseo al interior de un cuento surrealista y al abrir la portada te recibe “The Palmist” una mujer, un hombre, un ser, un pájaro que bajo su túnica esconde el universo de la artista y que te brinda un sonrisa misteriosa, una mirada desde las palmas de sus manos cuya ciencia alquimista va más allá de hurgar en los misterios del alma y de la vida eterna.
No puedes perderte este recorrido por el bosque de seres extraordinarios, animales fantásticos salidos de un mundo que no inventó Leonora Carrington, sino que ahí vivió y soñó toda su vida.
La exposición estará en el Centro Cultural Mexiquense hasta septiembre y si quieres viajar hasta el mundo que esculpió, escribió y pintó Carrington, entonces tampoco te debes perder la exposición pictórica que se exhibe en el Museo de Arte Moderno en la Ciudad de México; tenemos de Leonora, aquí y allá.