Por Any Verdeja
Quiero disculparme anticipadamente por el tema que hoy me atañe. Hoy por la mañana alrededor de las 4:50 fui al baño urgida por mis necesidades fisiológicas; con todo el ocio que ello implica y el sueño inherente a esa hora de la madrugada, mi mirada se clavó perdida en el piso del baño; de pronto, una cochinilla se introdujo al sanitario por debajo de la puerta caminando rápidamente por toda la orilla, pegada a la pared.
No supe de dónde venía, ni cómo llegó a mi baño, si dio la vuelta, si cayó de algún sitio, si vio luz y la siguió, no sé; sólo la vi aparecer con toda su primitiva y precámbrica estructura, sus antenas que se movían de un lado a otro como unas pequeñas plantitas moviéndose al viento, sus patitas daban prisa al andar como si tuviera poder de decisión y supiera a dónde iba, con una determinación que incluso envidié.
Y si… ¡¿acaso la cochinilla tiene poder de decisión y efectivamente sabe a dónde va?! e igual que Gregorio Samsa lleva prisa por tomar un tren a su empleo, ataviado con un sombrero, un traje y un portafolios con documentos importantes.
Habían pasado 10 segundos y la cochinilla estaba pasando frente a mí, se detuvo un poco como para vibrarme, medirme y correr; nada que temer, siguió su camino apurada, con esa prisa que llevan los que tienen un destino, con paso firme y a un sólo ritmo; topó con pared y dio la vuelta siguiendo la ruta del pega-azulejo blanco caminó por el ángulo que hace el piso y la pared.
Su cuerpo, como de un armadillo diminuto, se dobló en la esquina mientras daba la vuelta y una vez que tomó nuevamente la línea recta sus “anillos” se acomodaron y siguió su camino a toda marcha. La seguí con la mirada hasta donde mi cuello pudo, supuse que nuevamente topó con pared y dio la vuelta por detrás debajo del inodoro; hice un cálculo y esperé su salida por mi extremo izquierdo y sí, ahí estaba nuevamente.
Quizá murmuraba algo no lo sé, creo que sí. ¿Llevaba prisa? Eso es seguro y pensé: “va a terminar de rodear el cuarto de baño, llegará nuevamente a la puerta y saldrá por donde entró”; pero mi mayor sorpresa fue cuando la vi salir de ruta, dejó de seguir el camino blanco del pega-azulejo y atravesó en línea recta dos mosaicos para dirigirse exactamente a la coladera debajo del lavabo.
Caminó sin titubear, bajó el escalón (grande para ella) y con toda la determinación se aventó por un agujero, sólo vi sus pequeñas patitas moviéndose en el aire por milésimas de segundo. Desapareció, cayendo al abismo del desagüe, no sé si gritó, no sé si así estaba previsto; sólo sé que me dejó ahí con mil preguntas.
Y mientras seguía atónita por la tragedia que acababa de presenciar, escuché que alguien encendió el televisor, sintonizó el noticiero matutino y para poner más drama a MÍ amanecer, escuché la horrorosa voz de la maestra Elba Esther Gordillo, un escalofrío recorrió mi cuerpo, mientras la ex presidiaria decía: “Aquí tienen la imagen que ha predominado más de cinco años con respecto a mi persona y es producto de una persecución política de acoso e injusticia. Es producto de un expediente basado en mentiras y acusaciones falsas para hacerme ver culpable. Soy inocente”, “Recuperé mi libertad y la Reforma Educativa se ha derrumbado” sentenció.
La realidad me cayó encima al menos por hoy. Hay días en los que hubiera preferido seguir durmiendo; la cochinilla suicida ya era suficiente para saber que hay quienes prefieren mandar todo por el caño; pero Elba Esther me recordó algo aún peor: Que en México no tenemos ni memoria, ni vergüenza, ni madre.
¿Cómo iba a ser mi día? Nadie puede con tanto.