Por Héctor Trejo S. columnista de Radiografía Informativa.
Cada día que pasa, las adaptaciones al cine van de grandes obras literarias a sagas de tinte fantástico fatalista, enfocadas a una población que se maravilla con un mundo hecho pedazos, lleno de personajes bizarros y batallas que más allá de su aparente objetivo, no tiene un trasfondo analítico. El caso de “Divergente” no se sale de esta dinámica narrativa-argumental, que ya tenemos un rato de padecer con “Los juegos del hambre”.
El asunto es que este tipo de literatura, enfocada a un sector bien definido de jóvenes, está siendo retomada por los directores contemporáneos como es el caso de Neil Burger, quien apoyado en un guión de Evan Daugherty y Vanessa Taylor, que tiene como punto de partida el libro de Veronica Roth, construyen un relato, que fortuitamente no se parece del todo al de la historia original, aunque desafortunadamente, se detiene en una ficción de amor-odio que por su inverosimilitud, seguramente pasará desapercibida para quienes no están familiarizados con la literatura de la que se originó y para quienes son fanáticos del libro, muy probablemente les parecerá una adaptación sin pies ni cabeza.
El filme narra el momento en que Beatrice toma una decisión determinante que puede cambiar el orden social y su propia existencia, en un mundo en el que la sociedad se divide en cinco categorías: Verdad, Abnegación, Osadía, Cordialidad y Erudición. La sociedad tajante en sus planos de acción, condena a sus individuos a cumplir sus roles de por vida.
A caso, parte del argumento o la forma en que se plantea el relato, son lo más destacado del filme, pues más allá de la densa, melosa y predecible historia de romance que presenta su protagonista, la categórica división de clases (sociales), deja muy claro que es un retrato de una parte de la sociedad y que puede fungir como crítica social en algunos aspectos.
La cinta plagada de acción, aunque por momentos con planos un tanto lentos, navega en el mar de la esperanza, aunque el detalle amoroso, en el que se apoya el argumento, le quita los destellos de emotividad que comienza a tener. Al final, parece que lo que imaginamos con transcurrir de los minutos, se materializa, volviendo predecible al filme.
Solo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico [email protected]