Por Héctor Trejo S. columnista de Radiografía Informativa.
No existe nada más colorido ni representativo del 1 y 2 de noviembre que el papel picado de colores y, es precisamente ahí donde comienza esta historia, el punto de partida de “Coco”, dirigida por Lee Unkrich. Con una ingeniosa y detallada estética visual, que nos permite introducirnos a la vida de Miguel, un niño con aspiraciones musicales en una familia que ha engendrado el rencor por la música, pero que mantiene ese fervor por sus antepasados: los vivos y los muertos.
Es verdad que nos resulta complejo poder explicarle a los pequeñines de la casa el propósito y la raíz de una tradición como el Día de Muertos, los implementos de las ofrendas, la necesidad de mantener presentes los recuerdos de nuestros familiares que han partido, el colorido y toda la parafernalia que concentra el ritual, sin embargo, Disney Pixar lo consigue.
La historia resume y recrea todo este proceso, de la mano de Miguel y su abuela, quienes tienen una conexión especial que nunca develan a nadie porque ni siquiera ellos la conocen. Son personajes entrañables, llenos de realismo, de pasión, de energía positiva y sobre todo de sentido común y valores familiares, los cuales se van mostrando de a poco a lo largo del filme.
El argumento, desarrollado por Adrián Molina, es poco más que entrañable, con sus detalles, como la visión estruendosa de las fronteras, muy de corte estadounidense, donde solo pasan al otro mundo quienes autorizan las autoridades, dividiendo de manera tajante a las dos tierras. Emocionalmente, es una cinta que va en escalada a la felicidad y de repente cae estrepitosamente por el valle de la melancolía hasta sacarnos una lágrima. Pero así somos los mexicanos y el retrato es fiel y divertido, se sufre, pero se goza, lección que al final nos deja “Coco”.
La estética visual es un deleite, si observamos cada detalle, cada elemento, cada color y movimiento, cada gesto y textura, podremos percatarnos del delicado, minucioso y fantástico trabajo de animación, encabezado por el equipo de Disney Pixar.
La música de Michael Giacchino juega un papel importante en la cinta, se erige en el eje rector del argumento, aunque para los amantes de la música tradicional mexicana, se sentirá un poco endeble, situación que se salvada con creces por el resultado final de “Coco”.
Al finalizar el largometraje es indispensable mirar atrás y hacer un recuento familiar. Se vale llorar y también sonreír con los recuerdos, pues más de uno o quizá todos veremos en la pantalla a nuestros familiares retratados incidentalmente por los atinados guionistas de Pixar.
Es pues un filme sumamente recomendable. Le invito a que charle con sus pequeñines al salir de la sala, puede ser una conversación del todo productiva y divertida.
Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico [email protected] o ingrese a www.facebook.com/CinematografoCeroCuatro/ para recibir más información del cine nacional e internacional.