Por Héctor Trejo S. columnista de Radiografía Informativa.
A lo largo de toda mi vida, he tenido la oportunidad de presenciar cintas que funcionan de tal forma (primordialmente en el plano económico) que propician la filmación de varias secuelas para seguir vendiendo, en el caso de la cinta “Inferno” dirigida por Ron Howard, sucede algo similar, aunque con tintes un poco sesgados.
Lo primero que hay que entender de este filme es que se basa en una novela del escritor Dan Brown, el mismo que escribió “El Código Da Vinci” y “Ángeles y Demonios”, libros cuyos argumentos también fueron la semilla de las películas homónimas.
Todo comenzó con el devastador éxito del libro “El Código Da Vinci”, que propició cierto culto al escritor, fama y momento que impulsaron a un grupo de visionarios del cine construir el proyecto que terminó decepcionando a gran parte del público que abarrotó las taquillas llamado por el halo de misterio que en un principio giraba en torno al texto, por las reiteradas menciones de significantes alusivos a la cultura masónica.
Pero como era de esperarse, los amantes de la literatura encontraron una gran divergencia entre lo que imaginaron y lo que el director Ron Howard y su as de espadas, Tom Hanks materializaron en pantalla, situación sumamente común, pues no es lo mismo –ni nada similar- el lenguaje literario que el cinematográfico, ambos se valen de herramientas diferentes para contar sus historias.
En el caso de “Inferno” las cosas no cambian mucho. La historia del libro nos narra lo mismo que la cinta, sin embargo las divergencias narrativas dejarán a más de uno insatisfecho.
Pero si dejamos de lado el libro y nos enfocamos a la película, habrá que entender dos lecturas de la misma. La primera es la sentencia de que el espectador promedio busca este tipo de cintas de ilusión argumental, para pasar el rato, es decir, una cinta palomera siempre tendrá un público latente que necesite evadirse de la realidad sin tener que pensar mucho en lo que se le ofrece en la pantalla.
La segunda lectura nos da esa idea de que un héroe de saco y corbata, puede ser un gran James Bond de la cultura y de la historia, es decir, que hay cintas que pueden enganchar a niños, jóvenes -y por qué no- adultos y adultos mayores a meterse a la literatura y al mundo de la ciencia, para seguir al que han visto proceder como héroe, en este caso el personaje de Robert Langdon, un profesor de Harvard que viaja por el mundo resolviendo grandes casos, salvando al mundo y haciendo llegar la cultura a mucha gente.
Una película digna de recomendación, aunque sea palomera, pues cumple con lo básico en el cine: entretener.
Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no dejen de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico [email protected] o regístrese en www.facebook.com/CinematografoCeroCuatro/ donde recibirá más información del séptimo arte.