Pachuca de Soto, Hidalgo.- En una labor casi arqueológica, el periodista, escritor, novelista y conductor del programa El Foco, Héctor de Mauleón, rescata los tesoros arrojados por las voces del pasado en su libro “La Ciudad que nos inventa. Crónica de seis siglos”, en una invitación a amar la Ciudad de México desde el amor que otros le han profesado, aunque la ciudad por si misma tenga muy mala relación con su memoria.
“Es una ciudad que ha destruido todo su pasado… el culto a lo moderno le hizo mucho daño a la Ciudad de México”, explica el autor, quien estará presente en la Feria Universitaria del Libro, FUL 2015, organizada por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), su Patronato y el Conaculta, a finales de agosto.
Advierte que la idea de que lo viejo hay que arrumbarlo, le hizo mucho daño a la capital del país, que en los últimos 7 siglos ha sufrido al menos 4 momentos claros de destrucción por decisiones políticas e ideológicas, además de las provocadas por desastres naturales.
“Es cosa de entender que la Ciudad es un patrimonio de la humanidad, sus edificios no sólo tienen valor económico, tienen un valor intangible que debe ser preservado”, reitera De Mauleón, cuyo libro de crónicas sobre la Ciudad de México inicia en el Palacio Nacional en nuestros días y desciende por un ascensor al pasado para regresar a 1509, 10 años antes de la llegada de los españoles con la aparición de la llorona prehispánica; avanza por la transformación radical de Paseo de la Reforma, acompaña las destrucciones juaristas, porfirianas, revolucionarias y modernistas para llegar a la gigantesca urbe que hoy cubre el Valle de México.
“Este libro está pensado como una manera de homenaje para todos los escritores que han contado la Ciudad de México”, dice parafraseando a Carlos Monsiváis, al afirmar que “uno descubre las cualidades ocultas o secretas de una ciudad por el amor que otro le profesa”, y en esta invitación a conocer la Ciudad recupera la primer crónica urbana escrita en 1554, en las palabras de Francisco Cervantes de Salazar, las crónicas periodísticas de Manuel Payno y Guillermo Prieto, además de las voces de Manuel Gutiérrez Nájera, Ángel de Campo, Luis G. Urbina, José Juan Tablada, Amado Nervo, Salvador Novo, Carlos Monsiváis, José Joaquín Blanco, entre muchas “astillas” encontradas en textos de hemeroteca.
Carlos Monsiváis descubrió la ciudad y sus secretos a partir de la obra de Salvador Novo, para Héctor de Mauleón el hallazgo de la ciudad del siglo XIX llegó a través de la obra de Manuel Payno y posteriormente se encuentra con la transformación del México rural al México urbano a través de las letras de Ángel de Campo, cronista que da cuenta de la llegada del automóvil, la luz eléctrica, el teléfono, toda la modernidad.
“Cada quien va dejando una cosa que nos va alumbrando en momentos olvidados de una ciudad que tiene mala relación con su memoria, que ha tenido poco interés en conocer y cuidar su pasado”, explica el conductor del programa de Televisión El Foco, donde se da a la tarea de recorrer esos lugares emblemáticos de la ciudad y advierte que el riesgo de que el patrimonio se siga perdiendo estará latente mientras no exista una conciencia de que esas piedras atravesaron 5 siglos para llegar hasta nosotros y eso nos genera una responsabilidad frente a ellas.
“Con las urgencias de lo cotidiano, parece que en esta ciudad no hay nada para nosotros, sin embargo, el Centro de la Ciudad es un lugar cargado de tiempo, el pasado es tanto que a veces al presente le cuesta trabajo permanecer. Es una memoria latente, que está ahí, olvidada, enterrada, oculta, pero está ahí y nos está diciendo cosas”, expresa Héctor de Mauleón, cuya relación con la ciudad nace desde su niñez, cuando a partir de la construcción del Metro empiezan a aparecer relatos sobre todos los tesoros escondidos bajo los edificios.
De Mauleón recuerda que cuando caminaba con su abuelo por las calles del Centro Histórico, él le hacía la crónica de lo que ya no existía, de la memoria y ello acentúo su curiosidad sobre esos lugares extraordinarios de los que nadie sabía, de las fachadas con garigoleos, caras de ángeles y cosas sin explicación, “notaba esa cortadura en la memoria y me di cuenta de que hay un ejército de cronistas olvidados, que habían narrado momentos extraordinarios de la ciudad y entonces pensé que sería extraordinario ir recogiendo esas astillas y juntarlas en un solo recipiente, que es este libro”, dice Héctor de Mauleón y concluye: “Todo lo que ya no está nos ha marcado, aunque no lo sepamos. Somos el tiempo que se fue”.